
El 9 de abril se rompió la habitual correlación entre activos con y sin riesgo: bajaba Wall Street, bajaba el precio de los bonos USA y bajaba el dólar. Así que el inesperado resultado de Trump en sus primeros meses en la Casa Blanca se salda con la repentina caída del dólar, que pasa de 0,98 a 0,88 frente al euro. Con una no menos repentina pérdida de confianza en la deuda soberana americana -que ha llevado el bono USA a 10 años al 4,5% y al 30 años al 5%- por lo que la Reserva Federal ha tenido que comprar deuda (aún mantiene en su balance más de 4 de los 36 billones que suponen el saldo vivo de deuda USA) y el gobierno tendrá que pagar un interés más alto cuando quiera emitir nueva deuda (este año vencen más de 9 billones, de los que 5 están en manos extranjeras). Y todo ello con un aumento de los índices de volatilidad más allá del nivel alcanzado durante la pandemia.
SEGURAMENTE NO SABÍA TRUMP las consecuencias de su famoso movimiento –“geo estratégico”, dicen algunos– de subir los aranceles. Ha intentado rehacer el imperio económico con instrumentos caducos que fracasaron estrepitosamente en los años treinta del siglo XX.
Al jugar con los aranceles ha logrado que los mercados desconfíen del dólar y de la deuda. Como dice Quantum Macro, gráficamente:
“La principal exportación de Estados Unidos son los dólares, ya que es la moneda de reserva del mundo. Cuando Estados Unidos le dice al mundo que no está dispuesto a comprar los bienes globales, el resto del mundo le responde que no va a comprar la principal “mercancía” que EE. UU. vende al mundo: el dólar estadounidense y los bonos del Tesoro”.