“El país que peca de baja productividad a largo plazo tiene propensión a una baja renta, una tasa de Deuda/PIB superior, un porcentaje de paro más alto y una inflación superior”
Desde fecha tan lejana como la crisis financiera de 2008, la productividad económica española ha mostrado notorios signos de flaqueza. La productividad es una variable crucial para la salud económica a largo plazo. De ella dependen la continuidad del crecimiento de la renta, su distribución entre los factores de producción y el remanente para la política del bienestar1. Ciclos aparte, el país que peque de baja productividad a largo plazo tendrá propensión a una baja renta, una tasa de Deuda/PIB superior, un porcentaje de paro más elevado, y una inflación media superior. Puede decirse que, en términos prácticos, hay dos conceptos de productividad. Hay un concepto global, que incluye todos los factores que impulsan la productividad –incluidos los cualitativos– y uno parcial, como es la productividad laboral, que se mide en tasa de producción relativa a la cantidad de trabajo (generalmente horas trabajadas). El problema del primer concepto es su medición, pues precisamente los factores cualitativos suelen ser los más importantes a largo o plazo y difíciles de cuantificar.