“Las sucesivas crisis, la masiva deslocalización de la industria, las dificultades de la agricultura, la inmigración descontrolada, han propiciado un palpable descontento ”.

JP Marín Arrese, economista
JP Marín Arrese

Las elecciones al Parlamento Europeo se han saldado con un auge, nada despreciable, de las formaciones que priorizan el rol de las naciones frente al ideal federalista de la Unión. Todavía se sitúan a distancia del bloque de los denominados europeístas, pero su avance en los países del núcleo duro representa una seria advertencia. En Francia, su triunfo ha forzado unas elecciones anticipadas. En Alemania, han desplazado a una modesta tercera posición a la socialdemocracia en el poder. Se podrá argüir que la escasa participación, habitual en estos comicios, tiende a favorecer el voto de protesta y las opciones antisistema, ante la percepción de lo poco que anda en juego. En todo caso, la elevada abstención demuestra el mitigado interés que despierta lo que se cuece en un Parlamento que ni goza de plenos poderes legislativos ni siquiera controla a un Ejecutivo que bien poco gobierna. Hay quien se consuela considerando que estos partidos carecen de programas mínimamente homogéneos para configurarse como una fuerza cohesionada. Con todo, el resultado electoral denota un creciente malestar hacia la forma en que las instituciones comunitarias gestionan la progresiva cesión de soberanía de los Estados.

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