“Pese a ser números, la polisemia envenena la contabilidad, que se desliza hacia los cuentos a poco que se le aplique tortura”.

Fernando G. Urbaneja
Fernando González Urbaneja

En los cuentos que Lewis Carroll escribió con Alicia como protagonista, uno de los personajes tópicos de la literatura inglesa (“Humpty Dumpty”, en castellano Zanco Panco o también Tentetieso) le dice a la joven en tono desdeñoso: “cuando uso una palabra significa justo lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos”. Alicia responde: “la cuestión es si puedes hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes”. HD concluye “la cuestión es quién será el amo. Eso es todo”. Algo semejante a por esta latitudes: “¿Quién nombra al fiscal general? …pues eso”. La contabilidad pretende ser una ciencia exacta (“lo que no son cuentas, son cuentos” decía un veterano contable resabiado) pero se desliza hacia los cuentos a poco que se le aplique tortura. Y para torturarla nada mejor que el uso de nombres que soportan polisemia, que significan lo que quiere el que la utiliza, que no necesariamente es lo que entienden los terceros a los que se dirige. Y pese a ser números la polisemia envenena la contabilidad.

Leandro Cañibano y Felipe Herranz explican en este número la polisemia que encierra el concepto EBITDA, cada día más utilizado en las presentación de resultados de las compañías como indicador sintético de su buena (o no tan buena) salud financiera. Para los reguladores de la contabilidad generalmente aceptada no resulta fácil concretar lo que debe incluir (o no) el dichoso EBITDA, y sin esa precisión la utilidad del término es relativa. Ante la dificultad el consejo no es otro que el de ampliar las explicaciones, más notas a pie de página concretando los conceptos y los números que van dentro y los que quedan fuera. Sin esas explicaciones detalladas el uso del concepto puede ser sospechoso y bien merece una investigación más detallada para no incurrir en el significado que quiera el proponente que no tiene porqué ajustarse a la realidad. Ese espíritu inquisitivo debe ser norma en las ciencias sociales y en la economía. Cada afirmación merece varias preguntas y detalles, muchos detalles. Clemente Polo hace eso en su reflexión sobre la escasez de vivienda y su consiguiente encarecimiento. Tema de actualidad esta temporada. Más de 27 millones de viviendas censadas en este momento suponen un conjunto demasiado grande y complejo para extraer conclusiones apresuradas y simples en las que basar unas políticas eficientes.

Faltan viviendas. Es evidente. Pero la cuestión es examinar más en detalle: ¿Dónde faltan?, ¿de qué tipo?, ¿qué usuarios demandan vivienda? Una vez más tropezaremos con datos decisivos que nos dará la demografía, cambiante, dinámica, afectada por migraciones y por las diferentes formas de vida y de familia. Viviendas para jóvenes por emancipar, para estudiantes, para turistas, para atender divorcios, para mayores… Cada segmento de mercado tiene sus necesidades, sus carencias y sus respuestas inteligentes y parcialmente eficaces. Siempre con el ejercicio de prueba/ error, con evaluación de las políticas públicas, que suele brillar por su ausencia. Sin entrar en detalles es hablar por hablar, prometer por aparentar, hablar a lo “tentetieso” para confundir y no para aclarar. La polisemia es uno de los males de la política en estos tiempos, supone confundir y enredar, pero sin resolver el problema por déficit de definición.♦