“Abre la oportunidad de cuestionar los desequilibrios de la balanza de servicios y financiera, donde sus tecnológicas actúan como verdaderos depredadores”.

Fernando G. Urbaneja
Fernando González Urbaneja

Resulta difícil de explicar el soporte técnico, intelectual, de la estrategia comercial de los Estados Unidos que encabeza Donald Trump más allá de que se trata de un planteamiento disparatado para luego negociar un nuevo modelo y esquema mundial de comercio exterior. La reacción ciudadana y de los agentes económicos al desafío Trump ha sido, quizá desmesurada, excesiva por el disparate que contiene, pero la personalidad del firmante (Presidente de los EEUU) justifica el temor y la incertidumbres desatada en los mercados financieros y en la opinión pública. La reacción de los mercados ha sido fulminante y es lógico que así haya sido, a los que intervienen en los mercados no les gusta la inseguridad de los fundamentales. Algo semejante ocurrió con la insensata Liz Truss que protagonizó en los mercados financieros un lío semejante al actual. Duró mes y medio en el cargo (poco más que una lechuga) y de sus propuestas no quedaron ni las raspas.

No será lo mismo en el caso Trump porque la historia no se repite… pero rima. Trump es un hombrón narcisista y desmedido cuya ventaja es que carece de estructura y principios y lo mismo que ha abrazado el proteccionismo puede cambiar de tesis y pasarse al librecambismo. Le basta con despedir a unos cuantos colaboradores y contratar a otros para concluir que ha impuesto un cambio en el mundo que puede calificar de histórico. Lo nunca visto, “made in Trump”. La convulsión tiene un afecto acelerador y revisionista del modelo de comercio mundial heredero del consenso posterior a la II Guerra Mundial. Hoy la Organización Mundial del Comercio está moribunda, pero no es improbable que resucite alentada por Trump y con tendencia a un desarme global de aranceles que queden cercanos a cero. Cerrar el comercio suele ser pródromo de catástrofes que incluyen guerras y pobreza generalizada. Es inverosímil que se repitan errores que están bien estudiados con conclusiones no discutibles a estas alturas.

Miramos a Trump y su locura o extravagancia, pero sin perder de vista a los otros jugadores del mercado: Europa y los gigantes asiáticos: China e India. La respuesta de estos actores ha sido templada, firme e inteligente. Muestran dureza, capacidad de respuesta, pero al mismo tiempo voluntad de negociar acuerdos razonables que modifiquen la situación previa donde se producían muchas disfunciones, las más de las veces sutiles y encubiertas que suelen responder a la capacidad de presión de grupos de interés oportunistas. La convulsión abre la oportunidad de no solo cuestionar los desequilibrios de la balanza comercial, también los paralelos de las balanzas de servicios y financiera, muy favorables a los EEUU y en las que actúan como verdaderos predadores las grandes empresas tecnológicas cada vez más abusivas y opacas, que tratan de amararse bajo el manto protector de un personaje como Trump. Restar apertura al comercio mundial solo traerá pobreza generalizada para los desarrollados y para los por desarrollar. El proteccionismo no tiene nada que ofrecer salvo pobreza y retroceso.♦