Es el segundo proveedor de empleo, tras el sector público, así que no cabe limitarse a esperar que vuelvan los turistas. Aunque la intervención pública produzca escalofríos.

No hace mucho, más de uno discutía cómo limitar la afluencia de turistas. Consideraban que eran demasiados, colapsaban las infraestructuras, alteraban la dinámica ciudadana, perjudicaban el medio ambiente… en pocas palabras, eran molestos y prescindibles, siquiera de forma parcial. Últimamente, en cambio, abundan las rogativas para que no falten y hay miedo de que no vuelvan, comprometiendo una parte relevante de la economía, en determinados lugares próxima al monocultivo, porque a corto o incluso medio plazo no hay alternativa fácil ni viable de sustitución.
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